Patricia, al acabar la clase de Kundalini, leyó este bello cuento:
Las
lluvias monzónicas habían llegado a la India.
Era un
día oscuro y llovía torrencialmente.
Un
discípulo corría para protegerse de la lluvia cuando lo vio su maestro y le
increpó:
--Pero,
¿cómo te atreves a huir de la generosidad del Divino? ¿Por qué osas refugiarte del líquido
celestial? Eres un aspirante espiritual y como tal deberías tener muy en cuenta
que la lluvia es un precioso obsequio para toda la humanidad.
El
discípulo no pudo por menos que sentirse profundamente avergonzado. Comenzó a
caminar muy lentamente, calándose hasta los huesos, hasta que al final llegó a
su casa. Por culpa de la lluvia cogió un persistente resfriado.
Transcurrieron
los días, y una mañana estaba el discípulo sentado en el porche de su casa
leyendo las escrituras. Levantó un momento los ojos y vio a su gurú corriendo
tanto como sus piernas se lo permitían, a fin de llegar a algún lugar que lo
protegiera de la lluvia.
--Maestro
-le dijo-, ¿por qué huyes de las bendiciones divinas? ¿No eres tú ahora el que
desprecias el obsequio divino? ¿Acaso no estás huyendo del agua celestial?
Y el gurú
repuso:
--¡Oh,
ignorante e insensato! ¿No tienes ojos para ver que lo que no quiero es
profanarla con los pies?
Sabiduría: los que no actúan de acuerdo
a sus palabras, siempre encuentran una manera de justificarse.
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