En esta Tetería, además de aficionados
al té, también nos encantan las patatas bravas por lo que poco a poco vamos a
homenajear las que más nos gustan.
Como nos explica Montse Bradford, comemos
según diversas motivaciones: unas más primarias, otras más elevadas. Cuando
pides al camarero una ración de patatas bravas, parece claro que no te
preocupas de los nutrientes o calorías que te aportan sino de de su aspecto
sensorial. Realmente quieres disfrutar acompañándolas de un buen vermut si es
posible y mejor todavía de buena compañía.
Empezaremos la serie con las bravas
del Tomás, que ya de entrada,
declaro como mis preferidas ya que reúnen todos mis requisitos: tamaño adecuado
para una persona, suficiente toque picante, ambiente de taberna, buen precio y
calidad extraordinaria.
Sólo dos cosillas a mejorar: un
trocito de pan para pringar la salsa que finalmente se queda en el platillo (puedes
comprar antes un poco de pan en L'Obrador,que
está en la misma calle, un poco más arriba; ¡muy recomendable! ) y un tenedor
para pincharlas, en lugar del incómodo palillo (bueno, si te enrollas un poco
con el camarero, quizás hay suerte).
No hay comentarios:
Publicar un comentario