La facilidad y rapidez de
obtener Créditos, fomentada por la cultura del Consumo, ha llegado a generar
una verdadera adicción que exige cada vez dosis mayores para obtener la misma satisfacción
momentánea, entre toda la ciudadanía, y especialmente entre las economías más
débiles.
La mayoría de las empresas
también dependen de una buena línea de crédito permanente para pagar a sus
proveedores ya que carecen de suficiente liquidez, y todas sufren demoras en los
cobros. Es una cadena diabólica.
Para los Estados ha sido más
cómodo, y menos impopular, pedir dinero prestado que aumentar la recaudación
incrementando los impuestos o persiguiendo el fraude fiscal.
El lado oscuro del endeudamiento
es la vulnerabilidad y dependencia que acompaña al deudor mientras no devuelva
la totalidad el crédito.
¿Los grandes beneficiarios? Los prestamistas que son tan imprescindibles
que llegan a ser salvados con el dinero
público cuando tienen problemas.
¿Puede funcionar la Economía Capitalista
sin recurrir al Crédito masivo? Parece
claro que no.
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