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martes, 5 de febrero de 2013

Espontaneidad, si pero...



José Antonio Marina en su habitual página del suplemento de La Vanguardia nos ilustra sobre la Espontaneidad, actitud bien valorada desde Rousseau que nos dijo que nacemos buenos pero la Sociedad nos pervierte con su hipocresía, por lo que hay que volver a lo natural, a lo autentico, a lo sincero, a lo irreflexivo, a lo espontaneo.
Así, hemos llegado a concluir que hacer una cosa "porque me apetece" es más digno que hacerla "porque es mi obligación".
Todo iría estupendo si no fuera porque los comportamientos éticos son muy poco naturales. Siendo lo natural, lo espontaneo, la coz. Y nada más natural que preocuparme sólo de mí o de los míos. Así, el extraño, el extranjero, ha sido naturalmente el enemigo. ¡Suerte de la Civilización que ha suavizado tanta espontaneidad".
Cuando hacemos un elogio de lo espontaneo, estamos elogiando un modelo ético poco recomendable, excepto para otro planeta o para una nueva Humanidad (¡que no es en absoluto imposible!)
Marina nos regala una frase final de lujo: es muy importante comprender lo que decimos, cuando decimos algo.

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