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domingo, 20 de abril de 2008

EDUARDO GALEANO

Hoy, Eduardo Galeano ha venido a tomar un té moruno a la Tetería de la Calma y nos ha regalado estas poéticas frases que reflejan una enorme claridad de ideas sobre el mundo actual y nos recuerdan la necesidad de soñar siempre con utopías.

El capitalismo, que ahora se llama Economía de Mercado, es algo así como la décima sinfonía de Beethoven o la última Coca Cola en el desierto. Confunde la calidad de vida con la cantidad de cosas y nos quiere hacer creer que el nivel de Vida es el nivel de Consumo.
El Capitalismo identifica Ser con Tener y construye un mundo en que las cosas son más importantes que las personas.
Tenemos que buscar un mundo diferente. Hay que ir recuperando el mundo que pertenecía a las personas, en el que la Solidaridad vuelva a ser rentable.
Antes la causa de la pobreza era la injusticia, ahora la pobreza es un castigo por ser ineficientes.
Tenemos que ser capaces de tener utopías. No estamos condenados aceptar el injusto reparto de los panes y los peces, no estamos condenados aceptar la realidad como si fuera un destino. La realidad es un desafío que nos invita a cambiar y lo mejor que tiene el ser humano es su capacidad para cambiar las cosas.
No podemos renunciar a nuestra capacidad de soñar y de magia. El Derecho a Soñar, aunque no esté en la Carta de las Naciones Unidas, es el más importante de todos los derechos. Es el derecho que nos permite caminar.
La utopía es como el horizonte, cuanto más caminas, más se aleja pero sirve para caminar en una dirección. No podemos perder la capacidad de soñar una realidad diferente.

Nuestras capitales cuanto más y ricas y desarrolladas, peor. Cada vez pertenecen menos a la gente y más a los coches. Son inmensos garajes en que el ser humano se ha convertido en ser urbano, en un intruso indeseable.
Nuestras capitales se han convertido en cámaras de gases en las que es imposible respirar. También se han convertido en jaulas. Quién no está preso del miedo está preso de necesidades, contemplando el banquete ajeno a través del cristal.
Hay que volver a tener ciudades, caminables, respirables y queribles.

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