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domingo, 13 de diciembre de 2009

BUEN VIVIR, BUEN MORIR

La vejez tiene mala “prensa” ya que es la etapa caracterizada por el desgaste del cuerpo, en la que comienzan a fallar los materiales y las funciones (cual máquina fabricada por el hombre) anunciando y preparándonos para la inevitable muerte.

Mientras que en las generaciones anteriores, la vejez ha sido un periodo relativamente breve que apenas tenía incidencia social o económica, los avances médicos han conseguido que la generación de los nacidos en las primeras décadas del siglo pasado tengan una longevidad de alrededor de 90 años, lo que implica una vejez en muchos casos de unos 15-20 años.
Actualmente ya empezamos a ser conscientes de los problemas que implica la desproporción entre viejos y jóvenes en los países de alto nivel de vida.
Como anécdota vale la pena mencionar que por primera vez en la Historia, los perros caseros empiezan a tener una larga vejez debido a la dedicación de los veterinarios.

Conseguir detener el envejecimiento es comprensible pero también es antinatural. Hasta la fecha, lo que está consiguiendo la Medicina, en muchos casos, es una vejez que carece de suficiente calidad de vida.
Todos nos admiramos cuando un anciano de 103 años mantiene suficiente capacidad creativa y entusiasmo, como es el caso de nuestro entrañable escritor Francisco Ayala, recientemente fallecido, pero basta una visita a una Residencia de ancianos para apreciar que los hay que sobreviven casi en estado vegetativo.
Nunca nos han preparado para envejecer y fundamentalmente para morir, por lo que es comprensible que intentemos utilizar al máximo los avances médicos. O que nos los apliquen por inercia.

Limitación del esfuerzo terapéutico
El enfermo terminal precisa, información, comprensión y ayuda por parte del médico y de la familia, sin paternalismo.
El criterio médico oficial, de prolongar la vida cueste lo que cueste, ha de sustituirse por el de ayudar a morir con calidad y dignidad.
Aunque la legislación, basada en creencias católicas, de momento impide la eutanasia, hay que luchar para que la vida en ninguna circunstancia sea una obligación por mucho que cueste estar de acuerdo y entender al suicida o al eutanasiado. La tolerancia siempre debe guiarnos.

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