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sábado, 19 de enero de 2013

Barcelona y las patatas bravas I



En esta Tetería, además de aficionados al té, también nos encantan las patatas bravas por lo que poco a poco vamos a homenajear las que más nos gustan.
Como nos explica Montse Bradford, comemos según diversas motivaciones: unas más primarias, otras más elevadas. Cuando pides al camarero una ración de patatas bravas, parece claro que no te preocupas de los nutrientes o calorías que te aportan sino de de su aspecto sensorial. Realmente quieres disfrutar acompañándolas de un buen vermut si es posible y mejor todavía de buena compañía.
Empezaremos la serie con las bravas del Tomás, que ya de entrada, declaro como mis preferidas ya que reúnen todos mis requisitos: tamaño adecuado para una persona, suficiente toque picante, ambiente de taberna, buen precio y calidad extraordinaria.
Sólo dos cosillas a mejorar: un trocito de pan para pringar la salsa que finalmente se queda en el platillo (puedes comprar antes un poco de pan en L'Obrador,que está en la misma calle, un poco más arriba; ¡muy recomendable! ) y un tenedor para pincharlas, en lugar del incómodo palillo (bueno, si te enrollas un poco con el camarero, quizás hay suerte).

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