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viernes, 2 de mayo de 2008

Incultura del agua

En la Tetería tenemos bastante claro que un Bosque no tiene nada que ver con una zona repoblada de árboles ni que nuestros ríos pueden ser sustituidos por una red de conducciones regulada por el hombre a su capricho.
Como nos ha gustado mucho la carta de Manuel Adelantado a La Vanguardia, la ponemos en nuestro Tablón Informativo.

Considerar los ríos como simples cañerías de agua que pueden trasvasarse, desviarse o interrumpirse con embalses sólo puede esperarse de una ignorancia decimonónica, en la cual los ríos no son más que metros cúbicos por segundo. Algo así como ver la Sagrada Familia como una simple montaña de piedras.


Un río es un ser vivo de cuya supervivencia depende la nuestra. Y lo matamos de dos maneras: envenenándolo con vertidos tóxicos y asfixiándolo al robarle agua más allá de su “caudal ecológico mínimo”. Incluso el agua que consigue llegar al mar, lejos de perderse, tiene una función ecológica vital. ¿Por qué, si no, se han extinguido prácticamente las anchoas en nuestro litoral?
A la sobreexplotación pesquera hay que añadir la desaparición de nutrientes que antaño aportaban unos ríos vivos. Ver sólo metros cúbicos en un río podía permitirse
hasta el siglo XIX. Un siglo después los seres humanos nos convertimos en una plaga planetaria.

Y en este siglo XXI nuestra capacidad de destruir el medio que nos sustenta ha ido más allá de lo que nadie podía imaginarse.
Y las soluciones que se aportan son más de lo mismo, una huida hacia delante. Ojalá
usemos de una vez la inteligencia, y no esperemos a que la naturaleza nos imponga un cambio en el modelo social y económico del que no haya escapatoria.

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